En este lugar es donde muchos chilenos debieron permanecer detenidos como prisioneros políticos sin juicios ni cargos, esperando ser "interrogados" por los "servicios de inteligencia" de la dictadura militar.
Los prisioneros debían permanecer todo el día en las galerías del Estadio, las escotillas estaban destinadas solamente para dormir.
En la mañana los prisioneros, eran despertados con marchas militares.
Fue en ese lugar que conocí al Mayor Sergio Acuña Jahn, era un oficial del ejercito, curiosamente era un hombre muy educado, culto y con un extraordinario sentido del humor.
Estimado y respetado por los prisioneros, por su trato respetuoso y sus actitudes humanitarias con los prisioneros, sino también por algo fundamental para cualquier prisionero político, el leía las listas de quienes saldrían en libertad.
Llegaba siempre con muy buen humor, que era correspondido por los prisioneros porque sabíamos era portador de alguna buena noticia, se sentaba con las piernas cruzadas sobre una protección de fierro que estaba, viniendo de la escotilla, inmediatamente al ingreso a las graderías y preguntaba con voz tonante:
¿Como están mis "liones"?
A lo que había que responder a voz en cuello.
¡Bien mi mayor!
¿Como me los han tratado?
¡Bien mi mayor!
Su llegada siempre producía jolgorio y el lo sabía y por eso nos hacía preguntas que estábamos obligados a responder en forma positiva, porque habían a lo menos 30 ó 40 conscriptos con sus respectivos fusiles sobre nuestras cabezas y nuestras espaldas, que eran los guardianes de nuestra escotilla.
Era muy relajado y siempre traía un diario bajo el brazo, abría el diario y se ponía a leer casi todas las noticias nacionales e internacionales.
Este hecho que parece tan sin importancia nos daba una tremenda tranquilidad porque nos conectaba con el mundo exterior donde estaban nuestras familias y nuestro entorno y nosotros entendíamos que el también entendía esto.
Meses más tarde fue dado de baja por ser considerado blando y no encajaba dentro del perfil del ejército.