EDITORIAL

Este testimonio obedece a la necesidad de mostrar hechos no oficiales, que le ocurrieron a miles de Chilenos, que ahora ya no están con mosotros, que también sufrieron los horrores del Estadio Chile y Estadio Nacional.

Queremos poner en palabras, nuestra vivencia como prisionero político, durante la dictadura militar.

Dejar nuestro testimonio en la historia de nuestro país.

Porque nosotros somos sobrevivientes de un momento histórico, único e irrepetible, es por este motivo, queremos que estos testimonios, que no son los oficiales, trasciendan y no se pierdan, queremos dejar en palabras, nuestras propias vivencias vivencias de ese momento que nos tocó vivir durante el golpe militar del 11 de Septiembre de 1973.

Para de esta forma producir la catarsis definitiva, la sanación de nuestro espíritu y de esta cerrar este negro capítulo en nuestras vidas, dejar un testimonio escrito de nuestro paso por el infierno.

Dejarlo escrito......para nunca olvidarlo.

En este blog, queremos mostrar, una especie de sumario de lo que aconteció inmediatamente después del golpe militar y las consecuencias que tuvo para muchos chilenos que de un día para otro les cambió la vida.....o la muerte.
Hemos tratado de darle el tratamiento de crónica, de lo que aconteció, intentando ser lo más objetivo posible, algunas veces no lo hemos conseguido cuando la humanidad que encierra el relato es más fuerte que la objetividad del hecho, como en el caso de Luis Alberto Corvalán.
Así como este caso, de humanidad también hay otros como el del Mayor Sergio Acuña Jahn, estimado y respetado por los prisioneros, porque siempre tuvo un trato respetuoso y actitudes humanitarias. Curiosamente era un hombre muy educado, culto y con un extraordinario sentido del humor.
Aceptamos este desafío, de exponer nuestras vidas, por los compañeros y amigos que murieron en manos de la barbarie y la sin razón, para que no queden sin rostro ni sin nombre.
Para que se sepa que se sepa que existieron, que fueron idealistas y consecuentes, que amaron a sus familias y a su patria.
Por esos compañeros y amigos que no tuvieron la suerte de sobrevivir que tuvimos nosotros.

Gregorio.

miércoles, 21 de julio de 2010

EL ENCAPUCHADO

Fue un militante de un partido de izquierda, con el paso 
de  los años logré averiguar, que por rencillas internas, 
había sido expulsado de ese partido político.
Posterior al golpe militar, el se  contacta con los
servicios de inteligencia de la dictadura y se ofrece para 
identificar a los miembros del Comité Central de su 
partido y también de otros partidos de izquierda que el 
conocía, por el cargo que tenía dentro de su partido,
como una forma de venganza personal.
Fue de esa manera que nació este terrorífico personaje, 
que se paseo por escotillas, camarines  y todo el
Estadio, sembrando el terror al comienzo y luego la
muerte.


Este siniestro personaje se paseo por todo el estadio
por varios días, tenia la cabeza cubierta por una bolsa 
de papel que tenia dos orificios para mirar y sobre 
estos orificios iban montados unos anteojos ópticos,
usaba un chaquetón de paño café claro, en otras 
ocasiones los anteojos iban por debajo de la bolsa 
de papel y un chaquetón de paño escocés, para dar 
la sensación, que era una persona distinta.
El ser señalado con su dedo índice, por este siniestro 
personaje, era sentencia de muerte, no sin antes 
sufrir las más horrendas torturas, par obtener
información que fuera útil para los servicios de
inteligencia de la dictadura.
Fueron demasiados los desdichados hermanos 
que fueron señalados y cada vez que aparecía, 
sabíamos que la muerte lo acompañaba.
Fue tan grande el desconcierto, perplejidad y pavor que
este siniestro personaje provocaba, que luego de 
conversar y discutirlo mucho entre nosotros, los presos
políticos, entendimos que se trataba de un plan 
elaborado por los servicios de inteligencia.
Una estrategia para derrumbarnos definitivamente y
nuestra única posibilidad de lograr sobrevivir era 
unirnos más férreamente y no seguir elucubrando 
acerca de el encapuchado, ni seguir pensando en la
tortura durante todo  el día.
Fue así que Vicente Sotta, se le ocurrió la brillante idea 
de formar un coro, nos entusiasmamos mucho con el 
coro, porque fue como una catarsis, como una limpieza
psicológica.
Ángel Cereceda Parra (Ángel Parra), fue uno de los 
pocos que se opuso, aduciendo razones más 
intelectuales.
"Creen que esta guevá es un clásico universitario, no 
ven como nos están matando a nuestra gente y ustedes 
se quieren  poner a cantar".
Respetable su opinión, pero discutible.
Y fue así que ensayamos y ensayamos dentro de la 
escotilla por varios días.
Cuando Vicente quien fue el gestor, creador y director, 
estimó que ya éramos un coro.
Salimos en la tarde, a las graderías a cantar, sin previo
aviso "Yo soy un pobre diablo".
Cantamos como nunca lo habíamos hecho en nuestras
vidas, con una tremenda emoción y con el más grande 
de los entusiasmos, con el pecho henchido de orgullo.
Cuando terminamos de cantar se paró todo el estadio 
y nos ovacionaron, los aplausos y los bravos duraron por
largos segundos y la emoción por toda la tarde.
  

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