EDITORIAL

Este testimonio obedece a la necesidad de mostrar hechos no oficiales, que le ocurrieron a miles de Chilenos, que ahora ya no están con mosotros, que también sufrieron los horrores del Estadio Chile y Estadio Nacional.

Queremos poner en palabras, nuestra vivencia como prisionero político, durante la dictadura militar.

Dejar nuestro testimonio en la historia de nuestro país.

Porque nosotros somos sobrevivientes de un momento histórico, único e irrepetible, es por este motivo, queremos que estos testimonios, que no son los oficiales, trasciendan y no se pierdan, queremos dejar en palabras, nuestras propias vivencias vivencias de ese momento que nos tocó vivir durante el golpe militar del 11 de Septiembre de 1973.

Para de esta forma producir la catarsis definitiva, la sanación de nuestro espíritu y de esta cerrar este negro capítulo en nuestras vidas, dejar un testimonio escrito de nuestro paso por el infierno.

Dejarlo escrito......para nunca olvidarlo.

En este blog, queremos mostrar, una especie de sumario de lo que aconteció inmediatamente después del golpe militar y las consecuencias que tuvo para muchos chilenos que de un día para otro les cambió la vida.....o la muerte.
Hemos tratado de darle el tratamiento de crónica, de lo que aconteció, intentando ser lo más objetivo posible, algunas veces no lo hemos conseguido cuando la humanidad que encierra el relato es más fuerte que la objetividad del hecho, como en el caso de Luis Alberto Corvalán.
Así como este caso, de humanidad también hay otros como el del Mayor Sergio Acuña Jahn, estimado y respetado por los prisioneros, porque siempre tuvo un trato respetuoso y actitudes humanitarias. Curiosamente era un hombre muy educado, culto y con un extraordinario sentido del humor.
Aceptamos este desafío, de exponer nuestras vidas, por los compañeros y amigos que murieron en manos de la barbarie y la sin razón, para que no queden sin rostro ni sin nombre.
Para que se sepa que se sepa que existieron, que fueron idealistas y consecuentes, que amaron a sus familias y a su patria.
Por esos compañeros y amigos que no tuvieron la suerte de sobrevivir que tuvimos nosotros.

Gregorio.

domingo, 20 de septiembre de 2009

SALIDA DEL ESTADIO NACIONAL

Fue un día cualquiera, nada hacia presagiar lo que ocurriría en el transcurso de ese día, las horas pasaban tediosas y eternas, como todos los días dentro del Estadio, algunos parloteando por allá, otros jugando a las cartas, al ajedrez, los demás haciendo la respectiva especulación del día acerca de nuestra suerte y permanencia el Estadio, este era el ejercicio predilecto que demostraba la tremenda capacidad de imaginación de los compañeros que se exacerbaba producto del cautiverio.
Así fue pasando la mañana llegó la hora del rancho, era la única hora en que se experimentaba cierto buen humor mezclado con ansiedad por saber cual seria el rancho de hoy, e imaginándonos que nos darían un abundante tazón como ocurrió el día 19 de Septiembre. Nuestra hambre era crónica y lo satisfacíamos pensando en que ese día comeríamos más, aunque solo fuese en nuestra imaginación.
Fue después del rancho, ese día 30 de Octubre de 1973, estábamos sentados como siempre en las graderías del Estadio cuando se encendieron los parlantes del Estadio y se escuchó:
Los prisioneros que sean nombrados a continuación, presentarse en el disco negro de la pista de ceniza, con todas sus pertenencias, porque se van en libertad.
Fue como si nos hubiesen dado un garrotazo en la cabeza, no podíamos asimilar la información, la sensación de perplejidad era total nadie entendía nada.
Deje todas mis pertenencias a los compañeros que se quedaban, la ropa y la frazada, solo deje una cuchara de palo que había hecho para comer, era mi gran tesoro, la había hecho de un pedacito de palo que encontré por ahí, la tallé durante varios días con una lata de bebida, hasta que me quedó perfecta según mi parecer, ese fue mi único bien preciado que me interesaba conservar.
Pensar que era lo que más queríamos, pero nadie reaccionó, nadie salto de alegría, ni gritaba de contento la sensación de inseguridad se hizo total, en muchos de nosotros pasó por nuestras cabezas el holocausto nazi,  pero nadie dijo nada, solo nos mirábamos, no teníamos dinero para irnos a casa todo nos había sido quitado.
Yo permanecía en estado crepuscular sin atinar a pensar, ni reaccionar.
¿Qué hacer?
¿Como irme a mi casa?
¿O irme a otro lado para no comprometer, ni exponer a mis padres, ni hermanos?
¿Pero donde irme?

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